CINE / EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, DE NATE PARKER
EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN
Nate Parker
Decepción, que ya sospechaba, con este nuevo El nacimiento de una nación. Si David Wark Griffith, reconocido
racista, realizó en 1915 una de las obras cumbres del cine mudo, el equivalente
americano a El acorazado Potemkin de Serguei M. Eisenstein, Nate Parker (Norfolk, 1978), realizador
negro cuya carrera hacia los Oscar se vio frenada por acusaciones de violación
que perjudicaron seriamente el recorrido comercial de su superproducción,
quiere enmendarle la plana con una maniquea El
nacimiento de una nación para los de su raza con tintes revanchistas. No lo
consigue y su mensaje es casi tan odioso como el del silente director apologeta
del Ku Klux Klan.
Vista la serie Raíces,
El color púrpura de Steven Spielberg, y, sobre todo, 12 años de esclavitud, que no era,
precisamente, la mejor película de Steve
McQueen, poco dice esta pretendida película épica sobre una revuelta de
esclavos que ocupa los diez últimos minutos de sus largos 118 y de épica tiene
poco si tenemos en cuenta que la revuelta dura 48 horas, los insurgentes
liquidan a 60 hacendados y la tropa rebelde no llega a los cincuenta efectivos,
según Nate Parker, responsable
absoluto (dirige, escribe, produce y protagoniza) del film, que, salvo alguna
escena de flagelación, unas cuantas de borracheras continuadas del amo Samuel
Turner (Armie Hammer, que no le
llega a la suela del zapato a Michael
Fassbender), y alguna secuencia gore del final, está mucho más próxima al
almíbar insufrible del director de ET,
subrayados musicales incluidos, que a la parquedad estilística del Steve McQueen negro.
Hay alguna secuencia estremecedora que hace que el
espectador se ponga en el pellejo de esa raza humillada con la que se cometió
uno de los más atroces genocidios de la historia de la humanidad, cuyas
víctimas son imposibles de cuantificar (los amos arrancando los dientes de sus
esclavos para forzar la ingesta de alimentos mediante embudo a sus esclavos,
como si fueran ocas a las que cebar con un engrudo alimenticio destinado a los
cerdos), pero el fanatismo y la antipatía que produce el personaje central de
la historia impide que esa conexión prospere. Nate Parker se refugia en el maniqueísmo fácil y en los lugares
comunes en este biopic bien fotografiado en tonos azules y bien ambientado, eso
sí, pero con interpretaciones irrelevantes.
Es difícil que uno sintonice mucho con Nat Turner,
el predicador que lidera la rebelión con el Antiguo Testamento en mano y no
creo que la película sirva para despertar conciencias.
Reservas hospedaje festival
Angelique Pfitzner
angeliquepfitzner@yahoo.es
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